China trata de forzar la bajada del precio de los metales en el peor momento posible, mientras en España se negocia una salida para Alcoa en San Cibrao y crecen los interesados en la factoría. Aun así, el metal es un 50% más caro que hace un año
No hay nada sencillo en la crisis de Alcoa en San Cibrao. El próximo 28 de mayo se cumple un año del inicio del conflicto desatado en A Mariña lucense. Entonces, el grupo aluminero anunció el inicio de un periodo informal de consultas para aplicar un ERE para 534 trabajadores de la factoría de aluminio primario. Muchos capítulos han trascurrido desde ese momento, desde las negociaciones fallidas con Liberty a la decisión del TSXG de declarar nulo el expediente de regulación de empleo. En este momento, la multinacional norteamericana ha aceptado la última propuesta del Ministerio de Industria y se ha comprometido a negociar directamente con los potenciales interesados en el histórico activo lucense. No obstante, en pleno periodo de conversaciones, el ascenso del precio del aluminio, a priori un nuevo reclamo para garantizar el futuro de la planta, se acaba de encontrar con la oposición de China.
Desde principio de año, al calor de la recuperación económica y la salida de la pandemia, el precio de los metales (y, por tanto, también el del aluminio) cotizaba al alza. Uno de los factores que explica los repuntes está, precisamente, en la demanda china. Sin embargo, Pekín ha decidido intentar parar los precios. El Ejecutivo advirtió a principios de semana al mercado que habrá “tolerancia cero” contra la especulación. Distintos organismos reguladores se reunieron con empresas nacionales de materias primas para demandarles que mantuviesen el «orden normal del mercado». Una aseveración que propició la caída del precio de los metales en los distintos mercados mundiales durante la jornada del pasado lunes, cuando se registraron descensos del precio de futuros del acero, el hierro y el aluminio.